Crónica de una marcha en Temuco: “Mapuzugun mew, kiñewkületuaiñ”

Son las 04:30 am y suena el kulkul. No nos convoca el primer ngellipun del día –como suele ocurrir previo acuerdo en las ceremonias mapuche– ni tampoco una desgracia. Sabemos, no obstante, que es la primera señal para salir todos juntos y que nos depara un largo viaje. Nuestro destino es asistir a la marcha por el mapudungun en el marco de la conmemoración del día internacional de la lengua materna. Somos más de ochenta personas reunidas en el colegio Monseñor Francisco Valdés de Curarrehue, lugar donde se desarrollaba el “Koneltun”, término que ha posicionado la organización “Mapuzuguletuaiñ” para nombrar a los internados lingüísticos que hace más de tres años llevan realizando y que se enmarcan entre las tantas iniciativas actuales para revitalizar la lengua mapuche. La noche anterior preparamos lienzos, pancartas y uno que otro grito que hiciera de Temuco un espacio en que la lengua mapuche volviera a recuperar su cotidianidad y así reafirmar su carácter de lengua viva, vale decir, como aquel idioma que no ha sido aún confinado a su total agonía, pues para la voz de una cultura el no hablar su propia lengua es el triste declive que la sitúa también y tristemente junto al lenguaje de los muertos.

Los internados lingüísticos son instancias en que los interesados por aprender la lengua mapuche se reúnen por cerca de diez a veinte días, en un contexto de inmersión, para aprender desde la nada o fortalecer lo que ya saben del idioma. Para ello se emplean distintos tipos de metodologías que van desde un enfoque comunicativo hasta enseñanzas sobre gramática mapuche: juegos, adivinanzas, mímicas, guías, estrategias todas que comulgan bajo un único fin: volver a hablar el mapudungun.

Las cifras a las que hacen frente estas iniciativas son desalentadoras. Una encuesta del Centro de Estudios Públicos del año 2016 precisa que el 67% de la población mapuche no habla ni entiende el mapudungun. Sin embargo, contrario a lo que ocurrió con algunas lenguas indígenas de este país como el Kunza o el Cacán, y que el Estado indolente propició su desaparición, en el caso del mapudungun, gracias a la articulación de distintos actores, tanto de autoridades tradicionales, como de gente mayor y de gente joven y en distintos espacios sean rurales o urbanos, hoy en día su recuperación se ha erigido también como una lucha política y que permite pensar su panorama actual como en vías de revitalización. He ahí el mejor modo para entender el slogan de la marcha: “mapuzugun mew, kiñewkületuaiñ” (“el mapudungun nos une”).

Justamente, son esos los mensajes que portábamos quienes nos dirigíamos a la marcha y que estaban en su totalidad escritos mapudungun: “weychamekeyiñ ñi wüñotuael taiñ mapuzugun” (Luchamos para que retorne nuestro mapudungun), “inchiñ taiñ kewün ta mapuzugun” (El mapudungun es nuestra lengua), “Mülele mapuche, müleay mapudungun” (Si hay mapuches, habrá mapudungun), “wüñotupe taiñ mapuzugun fillke püle” (¡qué vuelva el mapudungun por todas partes!).

La jornada comenzó con un “lefkantun” por Temuco. Sergio Marinao, representante de la organización Mapuzuguletuaiñ que junto a otros colectivos como Kimeltuwe convocaron tanto la corrida como la marcha, señala que lo importante de este día es dar a conocer y visibilizar el mapudungun por todas partes. Eso hicimos quienes estábamos allí desde el primer minuto. Parece de perogrullo, pero la lengua adquiere vitalidad y funcionalidad únicamente cuando se habla. Compramos un té y la transacción la hicimos en mapudungun. Para nuestra sorpresa, quien nos lo vendió se mostró afable a aprenderla, no le incomodó que habláramos nuestro idioma, incluso quería saber más, quería comunicarse con “los peñis y lamuenes” de Temuco. Aquél fue un gesto significativo para romper progresivamente aquella barrera que años de colonialismo, racismo y violencia, pusieron entre una sociedad y otra, y para peor, de una sociedad sobre otra.

Posteriormente, cerca de las 11 de la mañana comenzaron a sumarse distintos lof (comunidades mapuches), organizaciones y agrupaciones culturales que también han tomado la responsabilidad de llevar a cabo este proceso. En este sentido, municipios como el de Galvarino junto a sus dirigentes que forman y formaron parte de la oficialización de la lengua en su comuna han sido pioneros en asumir esta tarea. Actualmente, existe un movimiento que persigue la oficialización de la lengua mapuche en la región, ya no desde la lógica folclórica de nombrar uno que otro servicio con escazas señaléticas o izar de vez en cuando la bandera mapuche. La meta es forjar una medida efectiva de revitalización que provea de instrumentos, de programas y de profesionales que puedan implementar políticas permanentes en el tiempo y para todos. La invitación como la concurrencia fue grande.

La marcha por el mapudungun convoca, según la radio, cerca de 500 personas. Quienes fuimos calculamos más. La gente que trabaja, tímidamente, se da un espacio y sale a saludar. Somos fugazmente una imagen en sus likes y reacciones que esperamos sirvan para visibilizar esta lucha. Somos también aquel grupo mancomunado que el blanqueamiento de Temuco tiende muchas veces a ocular de sus calles céntricas. De lejos, desde los negocios, uno que otro kefafan también se hace oír. Un chachay -palabra de cariño hacia hombres ancianos- luego de escuchar uno que otro cántico y de haber visto mensajes en mapudungun, se acerca a quienes marchábamos y me pregunta: “¿chem dungu müley, peñi?” (¿qué asunto pasa aquí peñi?). “Kiñe marcha ñi wenuntuael taiñ mapudungun, chachay” (una marcha para levantar nuestro mapudungun, chachay). “¡Kümey, kümey, yewekilmün tamün mapudunguya!l” (¡Qué bueno, qué bueno, no sientan vergüenza de hablar mapudungun!). Precisamente, una de las tantas heridas que ha mermado la escaza presencia de la lengua mapuche en espacios cotidianos tiene que ver con el propio reconocimiento y desvalorización que ha tenido el idioma por parte de quienes lo hablan como primera lengua y que en muchas ocasiones se manifiesta, todavía, en la vergüenza de hablar la lengua mapuche, y peor aún, en decidir no enseñarla a otras personas.  Sin embargo, por cómo se ha ido construyendo la memoria histórica de nuestro pueblo, no unívoca, ni tampoco única, muchas veces contradictoria, y no forjada desde un único relato homogeneizador, nos convoca a que la indolencia no sea el primer gesto para sojuzgar aquella situación. Escrituras como las de Martín Alonqueo (“Mapuche ayer y hoy”, “El habla de mi tierra”) o de Clorinda Antinao (“Diccionario mapuche”), ambos profesores de mapudungun, pusieron el acento sobre lo complejo que era hablar la lengua mapuche en un contexto en que la única lengua válida era el español. A ello debemos sumar la serie de discursos colonialistas y racistas que emanan del siglo XIX y que perpetraron una idea de la cultura mapuche como una cultura inferior, poblada de “indios”, “bárbaros” y “borrachos” y que hoy vemos transmutados en estereotipos de “terroristas” o “quemabosques” o “que andan puro pidiendo”. En este sentido, optar por no hablar la lengua y no enseñarla, muchas veces, constituyó una medida de protección para las futuras generaciones con el fin de que ellas no cargaran el “peso” de ser reconocidos como mapuche, y aún más, de ser un mapuches hablantes. Testimonios recogidos en el libro Santiago waria mew. Memoria y fotografía de la migración mapuche (2017), rescatan este tipo de relatos cuando nuestra gente pobló las grandes urbes. Pero hoy el panorama es distinto y a pesar de que estas experiencias aún son relatadas, aquella vergüenza que el chachay llama a expiar es un motivo para que, tanto mapuches como no mapuches, vean en esta meta una vía para la revitalización cultural de nuestro pueblo por medio de su lengua.  La marcha como los Internados, son solo dos instancias dentro de tantas para poder concretar este camino.

Radio Biobío cubre la noticia y la sentencia monocultural, racista y colonial se hace saber en los comentarios que la secundan: “el mapudungun no sirve, punto”.  Pero yo recuerdo las múltiples veces que sí me ha servido, como a tantos, para realizar algo tan necesario y cotidiano como el poder comunicarse. La marcha fue justamente la instancia en que eso ocurría. “El mapudungun es inferior, nunca se ha escrito”. Yo recuerdo, sin embargo, que el mapudungun se ha escrito desde 1606, cuando el Padre Luis de Valdivia hiciera su gramática mapuche y nos dejara un documento valiosísimo que hoy volvemos a revisar para enseñar mejor. Curiosamente, esta verborrea de parte de quienes más enfáticamente menosprecian al mapudungun es enunciada, de modo paradójico, por parte de quienes no la hablan. Situación contrariamente distinta, pero con un resultado igualmente nefasto, es muchas veces la creencia de parte de quienes valoran la lengua (pero que tampoco se empeñan mucho en aprenderla) y piensan que su uso está solamente restringido al espacio de lo “sagrado”, haciéndoles el favor al fetiche étnico de que los pueblos indígenas estructuran sus experiencias irrestricta y únicamente vinculadas al “cosmos” y cada vez que se habla la lengua es exclusivamente para situarse en ese plano. Vieran como el chiste y la burla alegre son también pan de cada día en el mapudungun, porque de tristezas no solamente estamos escindidos, como muchos nos quisieran ver. Alegría tenemos, con alegría marchamos.

Al día siguiente después de la marcha y de que volviéramos al “koneltun”, y cuando se realizaba un nütramkawün (conversación), un peñi enuncia: “A mi no me gustaban las marchas, no les encontraba sentido, pero ayer fui y me encontré con mi gente. Es algo que me mueve y en lo que seguiré”. Aquél peñi, en la marcha, iba detrás de las ñañas que bailaban, las acompañaba con su canto inagotable de trutruka.  Aquella imagen es con la que felizmente me devuelvo, de poder pensar el proceso de revitalización de la lengua mapuche como una instancia inagotable de reencuentros. Precisamente, uno de los afiches llevados a la marcha iba en esa línea: “el mapuzungun volverá al pueblo sin importa el color de su gente”, y en este sentido, reiterando, más fuerza cobra el enunciado que caracterizó la marcha:

“mapuzugun mew, kiñewkületuaiñ”

“el mapudungun nos une”.

Chawrakawiñ (Osorno), Walüng, 2018

Cristian Vargas Paillahueque

Equipo kom kim mapudunguaiñ

Comunidad de Historia Mapuche

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