RÍOS QUE SE CORTAN Y MEMORIAS QUE SE ABREN. PROLOGO AL LIBRO LA BIOGRAFÍA DE MATÍAS CATRILEO DE FERNANDO PAIRICAN

PRÓLOGO[1]

Gentileza de Pehuén Editores [button link=»https://www.comunidadhistoriamapuche.cl/wp-content/uploads/2018/01/Prologo-Biografia-Matias-Catrileo-de-Fernando-Pairican-por-Enrique-Antileo.pdf» color=»black» newwindow=»yes»] Descargar en PDF[/button]

Enrique Eduardo Antileo Baeza[2]

Matías Valentín Catrileo Quezada murió el 3 de enero de 2008, asesinado por carabineros en el fundo Santa Margarita, parte de los parajes de Vilcún. El día de su deceso marcó a todos. La transmisión de radio Bío Bío, la conversación entre el locutor Nibaldo Mosciatti y un incógnito “Rodrigo” que narraba entre jadeos cómo los comuneros llevaban el cuerpo de Matías hacia el interior del predio, la desesperación y desconfianza por entregarlo a las autoridades, la solicitud de mediadores para detener los disparos, todo eso quedó en la memoria auditiva de muchos que escucharon en vivo y en directo los sucesos. Es algo que difícilmente se borrará de nuestros recuerdos. Después de Alex Lemún, se transformaba en el segundo joven en caer in situ durante los procesos de recuperación de tierras. Con muchos años por delante y en los brazos de quienes lo protegían, aquel verano sureño partió. Hoy, conmemorando diez años de su muerte, Pehuén Editores publica la primera biografía de Matías Catrileo. Sin duda, un gesto de homenaje y reflexión.

Este libro puede leerse desde varias perspectivas. Es un acto de memoria, remembranza de la vida de Matías Catrileo, un viaje que nos lleva por sus cortos años y por las vicisitudes que debió afrontar. Se trata de un recorrido que permite acercarnos ―aunque siempre con la insalvable distancia de su muerte― al espacio profundo de sus emociones, sentimientos y cotidianidades, en la voz de sus familiares y amigos, trenzados en la escritura de Fernando Pairican. El autor repasa sus orígenes, las influencias de sus múltiples tuwün, sus viajes al norte y al sur y su incorporación a la militancia mapuche radical. Estas hojas son un acto de memoria porque existe en la pulsión de este material y en la pluma del escritor una decisión de conmemorar, de comprender y de contar quién fue Matías, ojalá en los sentidos más amplios posibles.

La memoria es siempre presente. Se construye desde lo que vemos y sentimos hoy. Cuando además es una decisión que conlleva el compartir la vida de Matías, se vuelve también un acto político. Pero así también, esta es una determinación que se ha tomado en las complejidades del recuerdo. Me imagino que, en el seno íntimo de Matías ―en Mario, Mónica y Catalina―, recordar puede haber abierto heridas que no han cerrado. Recapitular su muerte y los momentos de sus funerales, los años de injusticias posteriores, seguro ha dejado un rastro o una muestra de lo frágiles que somos. No obstante, recordar también es reparar, repararnos, ver cómo fue el hijo, el hermano, y también “vernos”, construir un espacio íntimo para poder revisar el transcurrir de las vidas y tratar de sanar. Se agradece el gesto de la familia Catrileo Quezada, la voluntad de narrar los diversos aspectos que acompañaron a Matías, de recordarlo compartiendo, de haber depositado su confianza en Fernando para llevar a cabo esta tarea.

Otras de las lecturas que podemos plantear sobre las páginas aquí desplegadas, es la posibilidad de comprender la historia de Matías desde diferentes voces. El libro ha sido estructurado desde los testimonios de quienes compartieron con él en diversas circunstancias, entretejido con abundantes fuentes históricas para otorgarnos elementos contextuales que nos permitirán comprender el Chile que le tocó a Matías y, sobre todo, la realidad del proceso social y político del pueblo mapuche. Las diversas narraciones que se entrelazan y queda la sensación de una historia contada por las vivencias disímiles de su madre, padre, hermana y amigos. Todos conocieron distintos momentos, diferentes facetas, que nos llegan a través de este trabajo.

Estos trazos subjetivos nos sumergen en la cotidianidad sentimental de Matías. Quiero detenerme acá un segundo. No puedo dejar de pensar en las formas que tiene el ser humano para construirse a sí mismo y en cuánto influyen los entornos afectivos que habitan. Una biografía de una persona que murió tan joven nos muestra lo significativo que son los procesos de la infancia y la adolescencia. El libro es una ventana a esa reflexión y a esos momentos. Nuestras fortalezas, nuestras precariedades ―las de nuestros padres, madres y las de nuestras hijas e hijos― se arman y desarman en este período, a fuerza de lo que nos toca vivir y de quienes nos acompañan. Este material contiene una dimensión conmovedora ―hilvanada entre las interpretaciones más políticas e históricas― que nos lleva al Matías niño, al Matías adolescente y al joven que fue construyendo su propio destino, truncado por la bala que lo mató en el fundo Santa Margarita. Resalto estos puntos, para que la tentación de observar a Matías exclusivamente como un mártir o un weychafe no nos ciegue ni tampoco lo vuelva una imagen petrificada o una postal de la lucha. Lo que ha hecho su familia al compartir sus testimonios, lo que ha hecho Fernando Pairican, es precisamente un contrapunto a este tipo de miradas para rescatar lo entrañable antes que lo enmarcable.

El puerto de llegada de este libro es la incorporación de un joven Matías, estudiante de primer año de universidad, a la militancia mapuche más radical de su época. Su identificación étnica y su adscripción a la lucha histórica del pueblo mapuche son los aspectos más importantes de sus últimos años, llegando a vincularse con una de las organizaciones más activas del movimiento mapuche en las últimas dos décadas: la CAM. Esta es otra de las perspectivas desde la que podemos leer el texto: la referida a los procesos políticos que marcaron a Matías como sujeto. Aquí el lector descubrirá la habilidad del autor para plantearnos un punto de vista crítico al respecto. Aquí lo mapuche aparece como relevante, pero en ningún caso como un elemento exclusivo. La adscripción de Matías a otras luchas en otras coyunturas es un ejemplo de la multifacética formación de su pensamiento. Pero el texto de Pairican se inscribe en una lectura aún más compleja, enraizada probablemente en una noción de “trayectoria”. Matías, en el fondo, y aunque no haya vivido otras épocas, recibió también las luchas de sus abuelas, abuelos, de su padre y de su madre, las batallas de lo cotidiano y sus pensamientos políticos. Probablemente, su capacidad de conversar con otros, de hacer nütram y de escuchar como lo hicieran los mapuche de antaño, llenó sus curiosidades con muchas otras historias de parientes y amigos.

La imagen sobre Matías que nos presenta la pluma de Fernando Pairican es la de un joven que absorbió múltiples influencias en el proceso de construirse a sí mismo y forjar su espíritu crítico. En su rol de biógrafo, el autor se detiene en sus lugares de residencia ―partiendo por La Florida, aquella comuna pujante de esta masa deforme llamada clase media― y los colegios por los que pasó. Enfatiza también en el mundo de las producciones culturales: la música, la literatura, los códigos indumentarios, la televisión, los clubes deportivos. El trabajo biográfico intenta  mostrarnos el transcurrir de un joven mapuche por el Santiago de los noventa y de los albores del siglo XXI, atisbado por la cultura de masas, el desencanto y la necesaria búsqueda de sentido.

Un lector de este género podrá plantear aquí que esta es, efectivamente, la labor de un biógrafo: complejizar la vida de las personas que queremos reconstruir para poder comprenderlas lo más profundamente posible. Para completar dicha tarea, es necesario considerar la mayor cantidad de factores posibles, por lo tanto, quizás no debiese en este prólogo destacar tanto esa cara del texto. Sin embargo, lo hago por lo siguiente: esta biografía de Matías Catrileo Quezada va en contracorriente a una visión monolítica de su vida. Una descomunal exaltación de su fortalecimiento étnico o de su muerte como weychafe de la CAM, como ha sido recordado por sus correligionarios, puede transformarse en una visión miope y sesgada ante todas las posibles formas en que fue conocido y amado por sus más cercanos. El relato de Fernando sobre la vida de Matías abunda en matices, experiencias, ilusiones y decepciones de un joven santiaguino, hijo de familias que hacía no mucho tiempo se habían instalado en la gran capital.

Por estas razones, insisto en una lectura amplia de su vida. Poner una centralidad en el aspecto mapuche puede generar expectativas que difícilmente se van a cumplir. Conociendo las formas en que se desarrollan hoy los procesos de identificación étnica y política, ya presiento aquellas interpretaciones limitadas sobre el devenir de Matías. “¡Ah!, es que se mapuchizó tarde”, “¡Ah!, no era mapuche de verdad, no era del campo”, “¡Ah!, aprendió en libros lo que es ser mapuche!”, “Ah, era mestizo” y así sucesivamente. Así podría continuar enumerando una lista interminable de objeciones. Sin embargo, desconfianzas como estas se fundan lamentablemente en la más colonial de todas las formas de pensar la pertenencia. Tras ellas se encuentra el triste legado de la clasificación racial que ha colonizado las mentes de quien no es capaz, en la actualidad, de zafarse de la necesidad de clasificar al otro desde un supuesto “yo” impoluto. Posturas como esta distan mucho del mensaje que nos entrega este libro: que los procesos de identificación se nutren principalmente de nuestras vivencias y contextos, de aspectos y decisiones anclados en las profundidades de nuestra subjetividad; que la identidad es construcción, decisión, consenso, aceptación y aprendizaje.

La biografía de Matías nos viene a confirmar la diversidad de las vidas mapuche.  Vidas que extienden los hilos infinitos de un pueblo que hoy habita en diversos lugares consecuencia de la vorágine colonial. Historias forjadas en espacios y momentos que las van construyendo. Vale la pena preguntarse si aquello del “comportarse como mapuche”, del “caminar como mapuche” existe. Posiblemente nunca existió ni nunca existirá una única manera de “ser” mapuche. Aquellas pretenciosas formas de entronizar un deber ser, una moral infranqueable de la mapuchidad, obstaculizan las posibilidades de pensarnos en una pluralidad de historias y formas de ser. La historia de Matías es un periplo más largo y personal y por eso no debiéramos clasificar sus vivencias en un antes o un después de ser mapuche. Es mucho más sencillo que eso, simplemente siempre fue mapuche, más allá de cualquier proceso de identificación política. Una parte de su vida se entretejió con los Catrileo que habitaron las zonas al norte del Bío Bío, traspasando un apellido desde los “pueblos de indios” hasta las luchas mapuche contemporáneas…traspasando múltiples y contradictorios devenires.

Remarcando entonces la subjetividad de Matías Catrileo, avanzando en las sinuosidades de su vida, sus últimos dos años revisten un ímpetu creciente, reflejando una síntesis de lo que fueron sus cambios emocionales y sus búsquedas juveniles. Su residencia en Temuco, marcará sus decisiones y las nuevas rutas que comenzó a caminar. Absorbió, en un tiempo fugaz, todas las pulsiones políticas que se dejaban ver en el Wallmapu urbano y rural. Conoció líderes y personajes claves y se hizo militante. Probablemente lo hizo en el sentido más literal de la militancia: se arrojó a un pensamiento y línea política particular de aquella coyuntura, la defendió, discutió con otros y murió actuando por ella. Avanzó sin mirar atrás, sin aceptar otras voces. Su muerte cortó el río, como señala poéticamente Fernando Pairican en alusión a la literalidad de su apellido: katrü (cortar); lewfü: río.

El asesinato policial de Catrileo nos dejó su cuerpo ensangrentado en manos de quienes iban con él aquel día. Un asesinato que además encarna las complejidades más brutales de la colonización: el cruce con la biografía de un policía criado por otra familia mapuche en el corazón del Wallmapu. La muerte de Matías inundó con sorpresivo sufrimiento a sus seres queridos, pero inmediatamente trascendió como el dolor y la rabia de un pueblo. Imagino a sus padres y a su hermana conociendo, por motivo de su asesinato, más a fondo el mundo político del movimiento mapuche: un universo desconocido, lleno de fricciones, contradictorio, áspero, pero también con formas entrañables de reconocer y homenajear.

No es posible adentrarnos en las rutas que, sin la muerte, hubiese tomado aquel caudal de agua abruptamente cortado que fue Matías. Era muy joven para partir; quedaba mucho por vivir, experimentar, disentir y cambiar. Por ello, un dejo de tristeza queda al leer la biografía de alguien con tan pocos años a cuestas. El enfoque de Fernando indudablemente nos permitirá comprender de mejor manera sus procesos, búsquedas y convicciones.

Por último, quisiera señalar algunos puntos sobre las biografías mapuche o biografía sobre mapuche con el propósito de situar el trabajo de Pairican e invitar a leerlo también en esta perspectiva.

Diría, para comenzar, que existe un género específico de biografías sobre mapuche que recorre los intensos años del siglo XX y XXI y que además está conformado por las historias de vida. Es un camino extenso que involucra el trabajo de Ernesto Wilhelm de Moesbach sobre Pascual Coña (1930)[3], el de Carlos Munizaga sobre Lorenzo Aillapan (1960)[4], el de Rolf Foerster sobre Martín Painemal Huenchual (1983)[5], el de Sonia Montecino sobre Carmela Romero Antivil (1999)[6], el de Florencia Mallon sobre Isolde Reuque (2002)[7] hasta el de Fernando Parican sobre Matías Catrileo (2018). Es un género diverso y complejo que debemos continuar explorando. Lo interesante de esta forma de escritura es develar intenciones, motivaciones y contextos.

Toda biografía es una decisión. Claramente las primeras biografías sobre mapuche respondían al legado de los laboratorios etnológicos y las bibliotecas coloniales[8]. El extractivismo marcó la labor de curas y antropólogos, por lo menos hasta Munizaga. Luego las motivaciones políticas se hicieron parte en la construcción de otras obras. Más adelante, la pulsión testimonial como herramienta para documentar diversos procesos de transformación societales mapuche ha motivado el trabajo de nuevos biógrafos y, así también, la intención de construcción de memoria y de archivos propios, ha permitido conocer la vida de otros que para muchos eran desconocidos o formaban parte de lo que Héctor Nahuelpan llamó las “zonas grises” de las historias mapuche[9].

Lo que sí constituye un nuevo impulso escritural es el trabajo de escritoras y escritores mapuche, es decir, la realización de esfuerzos desde un lugar de enunciación mapuche sobre otras personas de tu propio pueblo. Destaco en estas pulsiones escriturales la investigación de José Luis Cabrera Llancaqueo sobre la vida del machi Augusto Aillapan[10], el libro de Pedro Cayuqueo acerca de Francisco Huenchumilla[11] y, por cierto, el trabajo de Fernando Pairican sobre Matías Catrileo. Todos, a estas alturas, son materiales valiosísimos para comprender no sólo las subjetividades de los biografiados sino también contextos epocales, construcciones de significados y activaciones de mecanismos para el recuerdo y el olvido.

La publicación de la biografía de Matías Catrileo se produce a una década de su muerte. Es, ineludiblemente, un momento para recordarlo, reflexionar y no idealizar. Ojalá sea motivo para hablar de la importancia de nuestras vivencias cotidianas, de nuestras y nuestros hijos, de sus cambios, de sus curiosidades, sus dolores, sus frustraciones y la formación de sus convicciones. Espero sea motivo para pensar en cómo se urden las decisiones y en la relevancia de nuestras familias, de los apegos, los quiebres, las heridas y las sanaciones. Al mismo tiempo, es una oportunidad para conocer los diversos ritmos y caras del movimiento mapuche, sus discursos y sus estrategias para la participación; así también sus formas de reclutamiento y sus incidencias en las vidas de diferentes personas. Agradezco primero a Mario, Mónica y Catalina, y a la famila extensa Catrileo Quezada, por abrir sus piwke y construir este nütram. Agradezco a Fernando por brindarnos hoy esta posibilidad de conocer mejor a Matías.

Enrique Antileo Baeza

Cerro Bellavista, Valparaíso, 21 de noviembre de 2017

*Fotografía Matías Catrileo, verano en Tongoy, 2000. Gentileza familia Catrileo Quezada y Pehuén Editores

[1] Agradezco profundamente a mi esposa Marilen Llancaqueo Espinoza por sus comentarios y correcciones al texto; a mi padre, que conoció a Matías Catrileo en el activismo lingüístico de la diáspora mapuche y me conmovió con su relato. Por último, agradezco sinceramente a la familia Catrileo Quezada, a Fernando Pairican y Pehuén Editores por depositar su confianza para la escritura de este prólogo.

[2] Antropólogo Social, Doctor (c) en Estudios Latinoamericanos, Universidad de Chile. Miembro de la Comunidad de Historia Mapuche.

[3] Moesbach, Ernesto Wilhelm de. Vida y costumbre de los indígenas araucanos en la segunda mitad del siglo XIX. Santiago: Imprenta Cervantes, 1930

[4] Munizaga, Carlos. Vida de un araucano. Santiago: Editorial Universitaria, 1960.

[5] Foerster, Rolf. Martín Painemal Huenchual. Vida de un Dirigente Mapuche. Santiago: Grupo de Investigaciones Agrarias, 1983.

[6] Montecino, Sonia. Sueño con menguante. Biografía de una machi. Santiago: Editorial Sudamericana, 1999.

[7] Reuque, Isolde y Florencia Mallon. Una flor que renace. Autobiografía de una dirigente mapuche. Santiago: Ediciones DIBAM, 2002.

[8] Pavez, Jorge. Laboratorios etnográficos. Los Archivos de la Antropología en Chile (1880-1980). Santiago: Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2015. En Argentina, los trabajos biográficos sobre Kallfükura pueden graficarnos otras tensiones en este campo. Algunos de los textos son: Yunque, Álvaro. Calfucura. La conquista de los pampas. Buenos Aires: Ediciones Antonio Zamora, 1956; Zeballos, Estanislao. Callvucurá y la dinastía de los piedra. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1981.

[9] Nahuelpan, Héctor. «Las ‘zonas grises’ de las historias mapuche. Colonialismo internalizado, marginalidad y políticas de la memoria». Revista Historia Social y de las Mentalidades USACH vol 17 n°1 (2013): 11-34. Otras biografías e historias de vida que podemos mencionar son: Sotomayor, Sonia. Comprensión del proceso de formación y gestión de un líder mapuche. Análisis de la historia de vida de José Santos Millao Palacios, Tesis de Maestría Universidad de la Frontera, Temuco 1995; Lorca, Mauricio y María Pinda. Semblanza de una dirigente indígena. Santiago: Autoedición, 2000; Chambeaux, Javiera y Paulina Pavez. Historia de vida del lonko Wenceslao Paillal. Santiago: Ediciones Meli Wixan Mapu, 2004.

[10] Aillapán, Augusto y José Luis Cabrera. Machi mongen tani Santiago warria mew. Santiago: Grupo Kuyfike, 2013.

[11] Cayuqueo, Pedro. Huenchumilla, la historia del hombre de oro. Santiago: Catalonia, 2015.

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